Hoy se celebra a San Juan María Vianney, patrono de sacerdotes y párrocos

Cada 4 de agosto la Iglesia Católica celebra a San Juan Bautista María Vianney (1786-1859), el Santo Cura de Ars, patrono de todos los sacerdotes y de manera especial de los párrocos.




Un agitado comienzo

San Juan María Vianney nació en Dardilly (Francia), el 8 de mayo de 1786. Fue el tercero de seis hermanos de una familia de campesinos.

Estudió por un breve tiempo en la escuela comunal de su pueblo; luego, en 1806, se crea una escuela especial para aspirantes a eclesiásticos, a la que el joven Juan María ingresó. Sin embargo, allí tuvo sus primeros sinsabores: Juan María parecía muy limitado para el estudio.

A los 26 años, Juan María ingresó al Seminario Menor de Verrieres, donde podría llevar la filosofía en francés -lo que ablandaba los estudios-. Allí fue compañero de clase de San Marcelino Champagnat, fundador de los Maristas.

Fue ordenado sacerdote el 13 de agosto de 1815 y enviado a Ecully como ayudante de monseñor Don Balley, un viejo amigo que fue el primero en animarlo en su vocación. Para ese momento, Don Balley ya había hecho hasta lo indecible por Juan María: lo había defendido cuando fue expulsado del Seminario Mayor por falta de idoneidad para los estudios. Ahora, Juan María estaba al lado de Don Balley, su preceptor y protector.

A la muerte de Balley, Juan María Vianney fue enviado como clérigo a Ars, un pueblo pequeñito de 250 habitantes, casi todos pobres. Desde ese pueblo, el “último” de su diócesis y quizás de toda Francia, el cura iniciaría una revolución espiritual que cambiaría para siempre a toda su nación.

Arrebatarle almas al demonio

A San Juan María Vianney se le considera el paradigma del buen confesor. Poseía dones extraordinarios como la profecía o la capacidad para conocer las almas. Su espíritu intuitivo compenetrado con la gracia fue capaz de penetrar las intenciones ocultas del corazón humano.

Fue también un hombre de gran humildad y discernimiento, virtudes indispensables que lo hicieron modelo de pastor. En repetidas oportunidades fue blanco de los ataques directos del demonio, los que supo enfrentar gracias a su alma ligera, siempre de cara al Cielo, fortalecida por la gracia, la mortificación, la oración y el servicio.

Su celo pastoral -auténtica pasión por la salvación de las almas- lo llevó a pasar frecuentemente largas horas en el confesionario, con el propósito, como solía decir, de “arrebatarle almas al demonio”.

Rápido y ligero para asestar los golpes

Vivía desprendido de las cosas materiales, a las que trató con esa libertad propia de los hijos de Dios: alguna vez llegó a regalar hasta su propia cama, por lo que adquirió la costumbre de dormir en el suelo de su habitación. Llevó también una vida ascética: practicaba habitualmente el ayuno y cuando no, le bastaba comer algo muy sencillo. Solía decir que “el demonio no le teme tanto a la disciplina y a las camisas de piel, como a la reducción de la comida, la bebida y el sueño".

Son bastante conocidos los episodios en los que el demonio trató de amedrentarlo o distraerlo sin tener éxito: en una oportunidad hizo temblar su casa hasta por 15 minutos para que deje de orar; en otra ocasión quiso que abandonara la misa que estaba celebrando, causando un incendio en su habitación -El Santo manejó con serenidad el momento mandando a apagar el fuego y sin moverse del altar-.

También hubo noches terribles para él, en las que el demonio hacía ruidos para no dejarlo dormir, mientras se burlaba sugiriendo que abandonara el ayuno. Acogido en brazos de la Virgen María, el Cura de Ars terminaba durmiendo como un niño.

Una parroquia es territorio de María

Con el tiempo, su popularidad fue creciendo y llegaron a ser miles las personas que arribaban a Ars, incluso desde muy lejos, para confesarse con él. San Juan María fue un hombre de profundo amor por la Virgen María, a quien consagró su parroquia y su servicio sacerdotal.

El sábado 4 de Agosto de 1859, el Santo cura de Ars partió a la Casa del Padre. Tenía 73 años. Fue canonizado en la fiesta de Pentecostés de 1925 por el Papa Pío XI.

El próximo 13 de agosto se cumplirán 207 años de su ordenación sacerdotal, realizada en 1815.

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